¿Cuántas veces por día te aparece el mensaje de Facebook avisándote que tu amiga Yenny te ha etiquetado a ti y a otras 20 personas más en una fotografía? A lo largo del día, cariñosos amigos indicarán que les gusta la fotografía y muchos otros le dejarán comentarios.
Yenny, educada, responderá a todos y éstos, a su vez, le dedicarán otra frase amistosa. Es posible que la fotografía dispare recuerdos y entonces comenzarán a intercambiar anécdotas interminables. Es posible que el post “siga vivo” varios días después y tú continúes recibiendo notificaciones. Amigos que ni siquiera fueron etiquetados continuarán comentando y tú te sentirás rehén de una telaraña de likes y relatos de personas a quienes ni siquiera conoces.
Por supuesto, puedes desetiquetarte y también abandonar la conversación, pero ello implica hacer pasos que tal vez no tengas tiempo ni ganas de hacer. La pregunta es: ¿por qué tengo que estar abandonando conversaciones en las que ni siquiera solicité ser incluido?
La idea original del etiquetado de fotografías era indicar que determinada persona estaba presente en esa imagen, pero luego el uso se desvirtuó y hoy nos encontramos etiquetados entre árboles nevados, con una camada de cachorros o volando con gaviotas.
Una de las reglas de la netiqueta indica que no tenemos que etiquetar masivamente a nuestros contactos. Es razonable y educado, pero no siempre se respeta este principio.
Ahora bien, ¿qué tiene esto que ver con el ciberactivismo?
Tiene que ver porque a veces, en el ansia de promover una acción, terminamos produciendo el efecto contrario.Podemos postear una imagen convocando a la acción, una entrada con un reflexión profunda, un video motivante, pero si etiquetamos masivamente, las personas pueden cansarse y evitar nuestro “acoso etiquetador”.
En mi caso, tengo un par de amigas que suben fotografías varias veces por día y etiquetan a todos los amigos que pueden. Una de ellas suele postear preguntas muy personales o domésticas en el muro de sus amistades, etiquetando a varias personas, de modo que a veces me enteraba de cosas acerca de mí por comentarios de terceros. ¿Consecuencia? En la configuración de privacidad activé la opción de revisar las etiquetas antes de ser publicadas en mi biografía; además, solo yo puedo ver las publicaciones donde se me etiqueta y nadie puede recibir sugerencias para etiquetarme. Por supuesto, esto me trae varios inconvenientes, porque a veces hay fotografías donde deseo ser etiquetada y comentarios que deseo tener en mi biografía, pero es mejor esta opción a tener que eliminar después posteos que no deseo tener en mi bio.
Yenny, educada, responderá a todos y éstos, a su vez, le dedicarán otra frase amistosa. Es posible que la fotografía dispare recuerdos y entonces comenzarán a intercambiar anécdotas interminables. Es posible que el post “siga vivo” varios días después y tú continúes recibiendo notificaciones. Amigos que ni siquiera fueron etiquetados continuarán comentando y tú te sentirás rehén de una telaraña de likes y relatos de personas a quienes ni siquiera conoces.
Por supuesto, puedes desetiquetarte y también abandonar la conversación, pero ello implica hacer pasos que tal vez no tengas tiempo ni ganas de hacer. La pregunta es: ¿por qué tengo que estar abandonando conversaciones en las que ni siquiera solicité ser incluido?
La idea original del etiquetado de fotografías era indicar que determinada persona estaba presente en esa imagen, pero luego el uso se desvirtuó y hoy nos encontramos etiquetados entre árboles nevados, con una camada de cachorros o volando con gaviotas.
Una de las reglas de la netiqueta indica que no tenemos que etiquetar masivamente a nuestros contactos. Es razonable y educado, pero no siempre se respeta este principio.
Ahora bien, ¿qué tiene esto que ver con el ciberactivismo?
Tiene que ver porque a veces, en el ansia de promover una acción, terminamos produciendo el efecto contrario.Podemos postear una imagen convocando a la acción, una entrada con un reflexión profunda, un video motivante, pero si etiquetamos masivamente, las personas pueden cansarse y evitar nuestro “acoso etiquetador”.
En mi caso, tengo un par de amigas que suben fotografías varias veces por día y etiquetan a todos los amigos que pueden. Una de ellas suele postear preguntas muy personales o domésticas en el muro de sus amistades, etiquetando a varias personas, de modo que a veces me enteraba de cosas acerca de mí por comentarios de terceros. ¿Consecuencia? En la configuración de privacidad activé la opción de revisar las etiquetas antes de ser publicadas en mi biografía; además, solo yo puedo ver las publicaciones donde se me etiqueta y nadie puede recibir sugerencias para etiquetarme. Por supuesto, esto me trae varios inconvenientes, porque a veces hay fotografías donde deseo ser etiquetada y comentarios que deseo tener en mi biografía, pero es mejor esta opción a tener que eliminar después posteos que no deseo tener en mi bio.
Volviendo a nuestro tema, cuando cansamos a nuestros amigos y seguidores con nuestro afán etiquetador, podemos conseguir este efecto no deseado: el abandono de conversaciones o la imposibilidad de etiquetar cuando es algo realmente interesante porque nos han impedido el “tageado”.
¿Qué podemos hacer, entonces, si queremos que nuestros amigos compartan nuestra pasión por una causa?
En principio, no los acosemos. Nuestro muro es como la sala de estar en nuestra casa y cuando tenemos visitas no les arrojamos encima cajas con fotografías y tarjetas para que mire si no tiene ganas. Entonces, si no lo hacemos offline, no lo hagamos online.
Una buena posibilidad es crear un grupo de Facebook dedicado a la causa que deseamos promover e invitar a nuestros amigos a integrarlo. Si lo hacen, ya saben que encontrarán fotografías e información de un tema específico y dependerá de ellos si desean quedarse o no.
También podemos enviar mensajes personalizados a nuestros amigos con la información que deseamos compartir, invitándolos a que la compartan en su muro si apoyan la causa.
La idea es generar conversaciones, no convertir a Facebook en un nuevo vehículo para el SPAM. Cuando las personas advierten que el nuestro es un mensaje prefabricado, es muy probable que ya no le presten la atención que esperábamos.
Empezando a ser ciberactivista: a veces informo, a veces comunico, otras socializo
By Unknown - September 04, 2013
Tema de taller. Tema seguro... Cuando alcanza el tiempo, claro.
En este imaginario taller, ya se estuvo trabajando con Twitter, con blogs, con Facebook. Ahora, las grandes cuestiones:
¿como se usan de manera vinculada?
¿cómo difundimos una convocatoria?
¿Nos valemos de la redundancia y ponemos lo mismo en los tres canales?
¿Trabajamos por la regla de oposición, y posteamos contenidos aparentemente disimiles?
¿Optamos por la regla de la progresividad y vamos informando de a poco?
Es una elección que debemos hacer.
Algunas sugerencias: cuando queremos comunicar algo con cierto desarrollo, es conveniente utilizar el blog: podemos escribir, poner fotografías, video, audio, vincular a otras entradas y relacionar con otros blogs y sitios web.
Twitter en estos casos puede servir para informar: un tweet (un trino) y avisamos acerca de la convocatoria: el que quiere mas información puede ir al blog a través del (corto) link.
Pero si deseamos socializar la información, generar diálogos, comentarios y debate, nada mejor que postear en una red social como Facebook (hay temas que pueden generar buen intercambio en LinkedIn). Allí, un comentario acompañado de fotografía y video puede generar un diálogo que involucre a varios amigos y seguidores y a sus propias redes.
Lo importante es tener en cuenta que podemos (y debemos) hacer un uso diferenciado. No tenemos los mismos contactos en Facebook que en Twitter, la velocidad de difusión y permanencia de la intervención es diferente, la forma de redactar no es igual y el seguimiento de las conversaciones difiere. Debemos recordar que se da una cronología inversa y eso, muchas veces, dificulta la comprensión del lector si no le reiteramos pistas a lo largo de los posteos.
Y sobre todo, tener en cuenta que nuestra comunicación forma parte de una estrategia.
En este imaginario taller, ya se estuvo trabajando con Twitter, con blogs, con Facebook. Ahora, las grandes cuestiones:
¿como se usan de manera vinculada?
¿cómo difundimos una convocatoria?
¿Nos valemos de la redundancia y ponemos lo mismo en los tres canales?
¿Trabajamos por la regla de oposición, y posteamos contenidos aparentemente disimiles?
¿Optamos por la regla de la progresividad y vamos informando de a poco?
Es una elección que debemos hacer.
Algunas sugerencias: cuando queremos comunicar algo con cierto desarrollo, es conveniente utilizar el blog: podemos escribir, poner fotografías, video, audio, vincular a otras entradas y relacionar con otros blogs y sitios web.
Twitter en estos casos puede servir para informar: un tweet (un trino) y avisamos acerca de la convocatoria: el que quiere mas información puede ir al blog a través del (corto) link.
Pero si deseamos socializar la información, generar diálogos, comentarios y debate, nada mejor que postear en una red social como Facebook (hay temas que pueden generar buen intercambio en LinkedIn). Allí, un comentario acompañado de fotografía y video puede generar un diálogo que involucre a varios amigos y seguidores y a sus propias redes.
Lo importante es tener en cuenta que podemos (y debemos) hacer un uso diferenciado. No tenemos los mismos contactos en Facebook que en Twitter, la velocidad de difusión y permanencia de la intervención es diferente, la forma de redactar no es igual y el seguimiento de las conversaciones difiere. Debemos recordar que se da una cronología inversa y eso, muchas veces, dificulta la comprensión del lector si no le reiteramos pistas a lo largo de los posteos.
Y sobre todo, tener en cuenta que nuestra comunicación forma parte de una estrategia.
¿Cómo podemos organizar una campaña en favor de una causa utilizando las nuevas tecnologías? No digo “una campaña en las redes sociales” porque me estaría restringiendo a éstas. No digo “en Internet”, porque me estaría limitando a la vida online.
A veces, en los talleres, pregunto: “¿Cuál es la estrategia que van a implementar?” y la respuesta suele ser: “Voy a hacer una campaña en Avaaz” (o en Change, o en Twitter o en Facebook). En todos los casos no están contestando a al pregunta acerca de la estrategia. Cuando puedo responder a la pregunta: ¿Qué voy a hacer? estoy manifestando la estrategia. Cuando, en cambio, comento las herramientas que voy a utilizar estoy refiriéndome a las tácticas, al ¿cómo lo voy a hacer?
Si decimos que estrategia es un conjunto de acciones planificadas sistemáticamente que se implementan para lograr un determinado fin, veremos que hay algunas cuestiones a considerar:
la finalidad perseguida
el conjunto de acciones
la planificación sistemática
La finalidad perseguida es el objetivo que queremos alcanzar: el cambio de una política pública, el reconocimiento de un derecho, la sanción de una ley. Nuestro objetivo no es lograr 400 likes ni juntar firmas ni lograr visitas a YouTube.
El conjunto de acciones son todas aquellas que llevaremos adelante para lograr nuestro objetivo: acciones de sensibilización, de movilización, de protesta, de reclamo, de formación. Las acciones no son “abrir un blog” o “tener una cuenta en Twitter”: esas son tácticas.
Veamos un ejemplo:
Un grupo de jóvenes desea que se pongan juegos infantiles, flores y árboles en el parque del pueblo, que está abandonado y poblada de malezas. Su objetivo es el reacondicionamiento de la plaza para el disfrute de la comunidad. Lo primero que tienen que hacer es pensar una estrategia: ¿Qué van a hacer? y luego pensar la táctica: ¿Cómo lo van a hacer? Armemos un cuadro para graficar mejor la idea:
Perfecto, ya tienen una estrategia para concretar su causa.
Ahora tienen que pensar en las tácticas, en cómo llevarán adelante las acciones: ¿cómo sensibilizarán a los funcionarios municipales? ¿cómo crearán conciencia en los vecinos? ¿cómo conseguirán apoyo de comerciantes y empresarios? ¿cómo involucrarán a artistas y deportistas? ¿Escribirán artículos periodísticos, harán videos, organizarán recitales, juntarán firmas, emitirán alertas? ¿Harán concursos de afiches, cuadros y canciones? ¿Organizarán eventos deportivos comunitarios, ferias, kermeses? ¿Planificarán campañas de recolección de fondos?
Una vez que hayan decidido qué acciones van a implementar, podrán elegir cuál herramienta es mejor para su plan: ¿crearán un blog para informar y generar conciencia? ¿subirán fotos a Instagram acerca del estado actual del parque? ¿harán videos de como está ahora y como quieren verlo después y lo subirán a YouTube? ¿Crearán un hashtag (#nuestroparque) para instalar el tema en Twitter?
Tanto las acciones como las herramientas deben ser elegidas conforme las características de la comunidad: los códigos del receptor de la campaña deben ser tenidos en cuenta.
Y ahora si, mucha fuerza, pasión y energía.
A veces, en los talleres, pregunto: “¿Cuál es la estrategia que van a implementar?” y la respuesta suele ser: “Voy a hacer una campaña en Avaaz” (o en Change, o en Twitter o en Facebook). En todos los casos no están contestando a al pregunta acerca de la estrategia. Cuando puedo responder a la pregunta: ¿Qué voy a hacer? estoy manifestando la estrategia. Cuando, en cambio, comento las herramientas que voy a utilizar estoy refiriéndome a las tácticas, al ¿cómo lo voy a hacer?
Si decimos que estrategia es un conjunto de acciones planificadas sistemáticamente que se implementan para lograr un determinado fin, veremos que hay algunas cuestiones a considerar:
la finalidad perseguida
el conjunto de acciones
la planificación sistemática
La finalidad perseguida es el objetivo que queremos alcanzar: el cambio de una política pública, el reconocimiento de un derecho, la sanción de una ley. Nuestro objetivo no es lograr 400 likes ni juntar firmas ni lograr visitas a YouTube.
El conjunto de acciones son todas aquellas que llevaremos adelante para lograr nuestro objetivo: acciones de sensibilización, de movilización, de protesta, de reclamo, de formación. Las acciones no son “abrir un blog” o “tener una cuenta en Twitter”: esas son tácticas.
Veamos un ejemplo:
Un grupo de jóvenes desea que se pongan juegos infantiles, flores y árboles en el parque del pueblo, que está abandonado y poblada de malezas. Su objetivo es el reacondicionamiento de la plaza para el disfrute de la comunidad. Lo primero que tienen que hacer es pensar una estrategia: ¿Qué van a hacer? y luego pensar la táctica: ¿Cómo lo van a hacer? Armemos un cuadro para graficar mejor la idea:
Finalidad perseguida | reacondicionar el parque para el disfrute de la comunidad |
Conjunto de acciones | sensibilizar a los funcionarios municipales, concientizar a los vecinos, buscar apoyo de comerciantes y empresarios, involucrar a artistas y deportistas |
Planificación sistemática | cronograma de actividades, asignación de responsabilidades |
Ahora tienen que pensar en las tácticas, en cómo llevarán adelante las acciones: ¿cómo sensibilizarán a los funcionarios municipales? ¿cómo crearán conciencia en los vecinos? ¿cómo conseguirán apoyo de comerciantes y empresarios? ¿cómo involucrarán a artistas y deportistas? ¿Escribirán artículos periodísticos, harán videos, organizarán recitales, juntarán firmas, emitirán alertas? ¿Harán concursos de afiches, cuadros y canciones? ¿Organizarán eventos deportivos comunitarios, ferias, kermeses? ¿Planificarán campañas de recolección de fondos?
Una vez que hayan decidido qué acciones van a implementar, podrán elegir cuál herramienta es mejor para su plan: ¿crearán un blog para informar y generar conciencia? ¿subirán fotos a Instagram acerca del estado actual del parque? ¿harán videos de como está ahora y como quieren verlo después y lo subirán a YouTube? ¿Crearán un hashtag (#nuestroparque) para instalar el tema en Twitter?
Tanto las acciones como las herramientas deben ser elegidas conforme las características de la comunidad: los códigos del receptor de la campaña deben ser tenidos en cuenta.
Y ahora si, mucha fuerza, pasión y energía.